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jueves, enero 26, 2006 

GENESIS 21:09

A mi no me gustan las cursilerías. Soy una persona que detesta las manifestaciones de amor en público y aborrezco todo lo que huela a telenovela rosa. Bueno, eso era antes. Antes de conocerla. Yo era un estudiante como muchos, amante de los bares, de la bohemia, de la solera, de las mujeres. Hasta que un buen día llegó ella. Y todo cambió.
La conocí al iniciar la carrera, en esos días en que me quedaba durmiendo en casa de mis amigos, esos días en que mi madre desesperada me llamaba a todas horas para saber si estaba bien, si no me había pasado nada en mis constantes borracheras que se prolongaban por más de 48 horas. El primer día de clases la vi, el maestro la pasó al pizarrón, y dije en voz alta: me gusta mucho la chica "arcoiris", haciendo alusión a la colorida blusa que portaba. Pero a ella eso no pareció importarle, incluso, con el pasar del tiempo, me fue demostrando con cada una de sus acciones que yo no le importaba, que era un cero a la izquierda en su vida. Por más que buscaba la manera de acercarme a ella, me rechazaba. Llegué al grado de esconderle sus cosas, de quitarle sus libretas, su credencial de la universidad, para que, al pedírmelas, tuviera que hablarme forzosamente. Estrategia errada. No me daba resultado.
Para ese entonces las parrandas eran menos frecuentes, me fui alejando de mis amigos los borrachos...adiós al Bruno´s, al Baccarat, al Barzón, lugares que hoy recuerdo como escenario de ingestas alcohólicas tan gloriosas.
Un día, le pedí que me diera la oportunidad de una cita. Una sola cita, le supliqué. Me costó demasiado trabajo convencerla, pero al fín, aceptó. Yo, feliz, me fui a mi casa ese día, y estaba tan contento que hasta me puse a platicar con el perro sobre aquella proeza. Maldición. El perro no me entendía, además yo lo aborrecía, yo era el único de mi casa que no se llevaba con el perro, que no lo quería, y sin embargo, ya hasta platicaba con el. Mi madre, al verme charlando amenamente con el animal, solo alcanzó a gritar…”y ahora que ya no tomas, te empiezas a drogar” !!! Y tenía razón. Estaba ante algo más embriagador que la cerveza, estaba ante la droga más poderosa del mundo: el amor.
La metamorfosis empezaba a causar estragos en mi. Y lo peor, de todo, me gustaba.
Me encantaba sentirme así, en las nubes, pensando a cada momento en ella, en su cara, en su mirada, en su sonrisa. Una semana antes de la cita acordada, fui al cine a ver el estreno de una película mexicana: inspiración, era su nombre. Una comedia romántica que me robó el corazón y con la que me identifiqué de inmediato por la temática que abordaba. Era mi historia. Nuestra historia, la de ella y yo.
12 de septiembre de 2002. El día de la cita llegó. Ese día nos fuimos de pinta. El lugar de tal acontecimiento me lo reservo como un bonito recuerdo. En mi mochila no llevaba libros, llevaba mi vieja videocassetera y una cinta…INSPIRACIÓN. Disfruté mucho viendo la película con ella a mi lado. Reímos, nos besamos y…lloramos. Ese beso me dejó pensando que ya todo estaba hecho. Consumatum est, pensé. Pero nada más lejos de la verdad. Al pedirle que fuera mi novia, me rechazó. Demonios. Y ahora qué hice mal, pensé. Los días subsecuentes fueron para mí un martirio. Ella, más distante que de costumbre, se negaba a hablarme. Hasta llegué al extremo de escribirle una carta. Yo, aquel muchacho hasta hace poco “valemadrista”, borracho y mujeriego, escribía una carta suplicando una oportunidad. Y no me hizo caso, hasta que…
Un día, un lluvioso sabado 21 de septiembre del año 2002, en una cabina de radio del centro de comunicación y mercadotecnia de la universidad, lo volví a intentar.

-“Imagina que te estás muriendo y solamente una persona en el mundo puede
salvarte, pero esa persona, esa persona, se niega a curarte. Si tuvieras la
oportunidad de hablar con esa persona…¿Qué le dirías? Piensa lo que le dirías
Gabriela...”


Pasaron unos minutos en silencio. Ella no contestó. Y cuando estaba dispuesto a salir de la cabina sin éxito, escuché sus palabras…
-“ya sé lo que le diría a esa persona que puede salvar mi vida…”
-“¿qué le dirías?”
-“que me diera una oportunidad para poder vivir”
-“¿ y si yo fuera ese que te lo pidiera?”
-“NUNCA PIDAS NADA QUE NO PUEDAS GANAR…” y después de eso…un beso y la gloriosa frase que nunca olvidaré…Gabriela: ¿quieres ser mi vieja? Sí, lo sé, me salí del romanticismo pero fue lo único que me pasó por la mente.
Hoy, soy feliz contando con la compañía de ella, mi apoyo, mi motivación, mi compañera, la madre de mis futuros hijos. Gabriela, gracias por darme la oportunidad para poder vivir. Te amo.


Jorgito...vaya sorpresa..me encanta descubrir que a pesar de la fachada de gamberro hay alguien con sentimientos tan arraigados...Felicidades!!!

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